Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

lunes, 30 de abril de 2012

Historia de Canadá I

De todas las historias, la de Canadá es secundaria y memorable. La forja de un gran país, con índices altísimos de calidad de vida, en medio de un clima inhumano. A ver si consigo contarla bien en diez entradas. Pido auxilio a mi mentor Lerín, que se pasa por aquí de vez en cuando. Hará falta fatigar los mapas. Y prescindir del detalle.

Lo primero que hay que tener claro es una dualidad originaria. Alguien ha hablado de Canadá como de dos hermanos siameses. La imagen me parece precisa. Uno de los hermanos nace en 1534, cuando el navegante francés Jacques Cartier arriba a la Bahía des Chaleurs, que está aquí. Antes de proseguir, demos por espuria la especie de que el nombre de Canadá proviene del español "Acá, nada", que supuestamente profirieron los españoles cuando se cansaron de explorar Norteamérica hacia arriba. Demasiado bueno para ser cierto. No, hay consenso en que proviene del iroqués kanata, con el significado de villa o asentamiento. Bien, el descubrimiento de Cartier no suscitó mucho interés en la Francia de la época, entregada a sus degollinas religiosas. Fue en 1608 cuando apareció otro francés, Samuel de Chaplain, verdadero fundador de Nueva Francia, luego Quebec. Chaplain traía dos ideas: comerciar con pieles y evangelizar a las tribus indias, de cuyas desavenencias, al modo de Cortés, se aprovechó, aliándose con los algoquinos en contra de los iroqueses.

El otro alumbramiento ocurrió en 1497 en la isla de Terranova. Hasta allí se llegó John Cabot (nacido Giovanni Caboto) que es, a todos los efectos, el Cristóbal Colón de los ingleses, y por ahí se funda Nueva Inglaterra. Pero los asentamientos británicos que gravitan en torno a los grandes lagos son muy posteriores y traen causa de la huida de los ingleses leales a la corona británica durante la guerra de independencia de Estados Unidos. La Canadá anglófona es, en esencia, lo que no se perdió en la guerra contras las trece colonias.

Así que ya tenemos los dos hermanos, Nueva Francia y Nueva Inglaterra. La soldadura se produce en 1760 en una operación de cirugía forzosa. En 1754 las respectivas metrópolis habían entrado en guerra, y la contienda se trasladó a Norteamérica. Los ingleses la llamaron guerra Franco-India, y los franceses Guerra de la Conquista, por razones que enseguida se verán. Creo que es poco conocido este mapa que muestra la enormidad de Nueva Francia hacia 1750. Ayuda a explicar los motivos de la guerra: la necesidad británica de expandirse hacia el oeste, el afán por controlar el tráfico peletero, y el deseo de dar protección a los respectivos colonos de la influencia religiosa del vecino. En el fondo, se fue a la guerra porque en aquel tiempo los soberanos hacían la guerra por deporte. Ganó Gran Bretaña. En 1759 y tras meses de asedio, los británicos masacraron en media hora a los franceses en la batalla de los llanos de Abraham, a las puertas de la ciudad de Quebec. No acudieron refuerzos desde la metrópoli, que se desinteresó del futuro de su colonia. No ayudó que la idea que se tenía en Francia de Canadá era la de "quelques arpents de neige" (Voltaire dixit). En el tratado de París de 1763 Francia pierde sus vastísimas posesiones en Norteamérica, y francófonos y anglófonos, católicos y protestantes, quedan reunidos bajo la misma jurisdicción. Es el inicio de las dos soledades.


domingo, 29 de abril de 2012

Primaveras

Entre los poetas la primavera tiene reputados detractores. Ahí está, por ejemplo, T.S Eliot (April is the cruellest month...). Al joven Leonard Cohen tampoco le entusiasma la estación floreada. He aquí lo que escribe en su primer libro, Comparemos mitologías: (dejo que Guillermo y Pablo juzguen la bondad de la traducción):

Rededication

A painful rededication, this Spring,
like the building of cathedrals between wars,
and masons at decayed walls;
and we are almost too tired to begin again
with miracles and leaves
and lingering on steps in sudden sun;

tired by the way isolated drifts lie melting,
like hulks of large fish rotting far upbeach;
the disinterested scrape of shovels,
collecting sand from sidewalks, destroying streams;
and school-children in sidecars,
staring out, astonished.

We had learned a dignity in late winter,
from austere trees and dry brown bushes,
but Spring disturbs us like the morning,
and we may hope only for no October.

Nueva consagración

Una consagración dolorosa, de nuevo, esta Primavera
como la erección de una catedral entre dos guerras
y albañiles ante el muro derruido;
y estamos casi cansados de empezar de nuevo
con tanto milagro y brote verde
y caminar despacio por el sol repentino;

cansados de ver pecios solitarios a la deriva, fundiéndose
como pilas de pescado descompuesto en la playa;
el generoso carraspeo de las palas
recogiendo el barro en las aceras, destruir arroyos
y niños asombrados, absortos,
yendo al colegio en sidecares.

Aprendimos la dignidad del invierno
de los árboles austeros y los arbustos secos
pero la Primavera nos perturba como un alba
y más nos vale que no haya Octubre.

miércoles, 11 de abril de 2012

Geografía e historia

Habíamos quedado en que Canadá era el segundo país más grande del mundo. Pero a través de determinado prisma es un país muy pequeñito. Se ve con nitidez cristalina recorriendo el camino de Ottawa a Toronto. En el fondo, este país es una delgada línea blanca, pegada a lo largo de la frontera de Estados Unidos. 33 millones de habitantes. Cuatro, quizá cinco, ciudades de cuenta. Y en las orillas de los intervalos entre ellas, McDonalds, Tim Hortons, Burger King, Wendy's. Por encima de la raya, el espacioso infinito destartalado y selvático, apto únicamente para exploraciones y estaciones de esquí. Ningún memorioso pueblecito donde hacer un alto. Ninguna honorable ruina. Gasolineras. Lo que nos lleva a la habitual consideración, por lo demás bastante cierta, de que Canadá es un país con mucha geografía y poca historia. El problema de la extensión y la profundidad. Lo que nos lleva a recordar que el filósofo Hegel ya decía que los pueblos felices no tienen historia. Lo que concuerda con el hecho de que Canadá haya sido nombrado quinto país más feliz del mundo. Que es lo que se quería demostrar.


viernes, 6 de abril de 2012

Primera visita a Toronto

Primera visita a Toronto, por trabajo y en muletas. Para M son cinco horas largas de conducción por una autopista sin alicientes, parando a comer en el McDonalds, que es de lo mejorcito. Luego, la ciudad impresionante, enorme, mesopotámica, a orillas del lago Ontario, que es como Portugal. Venidos desde la adorable y provinciana Ottawa, Toronto nos ha aplastado como insectos. Aquí la gente anda con otro porte, 'a la urbana', como dice M, sin tiempo que perder. Hay unos problemas de tráfico dignos de capital africana, que Nacho relaciona agudamente con el nacionalismo quebequés. Durante los años ochenta y noventa, la intransigencia lingüística y la marea secesionista hicieron que cientos de miles de anglófonos salieran despavoridos de Montreal y se afincaran en Toronto, que mutó de ciudad mediana a gran metrópolis sin que nadie hubiera pensado en cómo habría de crecer la urbe. De esto ya hablaremos otro día, cuando me lo sepa bien. Baste anotar que hoy se entra en la ciudad por un ovillo de autopistas y puentes escasamente inteligible y que por todos lados hay un baile de grúas levantando rascacielos. Son los llamados condos, la versión capitalista de la colmena soviética que me horrorizan. Se construyen más en Toronto que en ninguna otra ciudad de Norteamérica. Es un tipo de edificio que ya he visto en Vancouver. Profilácticos, acristalados, de colores desmayados que van del turquesa a la bata de hospital o puerro. Ya voy viendo que Nueva York es la única ciudad donde los rascacielos tienen gracia. Claro, porque son góticos, son catedrales, tienen ángel y gárgola, no como estos recortables de papel que colonizan la ciudad como eucaliptos de vidrio. La torre CN, en su momento la estructura más alta del mundo, es un palo de hormigón en forma de huso que sólo interesa desde la distancia. Pero esto son notas superficiales de un visita superficial. Nos dejamos todo por ver. Seguiré informando.