La ciudad de Ottawa surgió como resultado de la planificación militar británica tras la Guerra de 1812. Considerando que la ruta que proporcionaba el río de San Lorenzo era vulnerable a una nueva invasión estadounidense, el alto mando británico decidió construir un canal que uniera el lago Ontario con el río Ottawa, abriendo así una nueva vía de comunicación y de suministro de armas hacia el interior del inmenso hinterland. Los ingenieros, mineros y zapadores reales encargados de la construcción fueron así los fundadores del primer asentamiento urbano -el llamado bytown- en la margen izquierda del río, donde hoy muere el Rideau Canal, por el que remontan los turistas y patinan los vecinos cuando se hiela. Más tarde, en 1857, su posición estratégicamente segura y su relativa neutralidad lingüística (frente a las marcadas Montreal o Toronto) convencieron a la Reina Victoria de que la discreta y anodina Ottawa era la ciudad propicia para alzarse con la dignidad de capital de Canadá. De este modo, las necesidades de la guerra con Estados Unidos y de la paz interna entre francófonos y anglos hicieron de Ottawa la capital federal, como el benjamín que hereda el patrimonio ante la sospecha realista de que sus orgullosos hermanos malbaratarían la herencia con sus peleas y resquemores.
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