Con la
llegada del buen tiempo, M y yo hacemos esfuerzos por salir de la dacha y
ampliar el círculo de nuestras relaciones. El otro día fuimos a una fiesta en
casa de un profesor de español, que celebraba con sus alumnos el fin del
periodo de exámenes. Allí conocí a F, un madrileño clásico, de inequívoco
acento cuatrocaminero que conserva tras treinta años en el país. Le pregunté si
le gustaba la ciudad. “No. Yo odio Ottawa desde lo más profundo del ser. De no
ser por los intervalos que he pasado en Montreal no lo habría soportado”.
Apareció luego D, un argentino, también clásico. Dijo: “Ottawa no essss una
siudad. Es una convergensia de municipios sin sentro definido ni sentido aparente”. A L,
una peruana, le pregunté por su ocio de fin de semana: “Nada. Barbacoa. Los
canadienses, cuando no están haciendo deporte, están todo el rato de barbacoa. Un día en
casa de uno, y otro en casa de otro”. Era gente claramente angustiada. M
también ha hecho incursiones en solitario. Con nuestra ayuda se ha organizado
un grupo de conversación en catalán, liderado por R, una chica de Rumanía
que ha vivido en Barcelona. El problema es que R, con buena voluntad y un
excesivo apego a la ortodoxia, insiste en el grupo de conversación está para
conversar únicamente, y no permite otro tipo de actividades digamos,
extracurriculares, como ir a un bar, al cine, o a un museo. Así que M duda
entre tomar las riendas o apartarse un poco, dado que ella no necesita
mejorar su catalán. Ayer, en cambio, sí que hicimos lo que los anglos llaman un “breakthrough”.
A.J nos invitó “a un postre” en su casa. Pensábamos M y yo que nos invitaba a
incorporarnos a una cena a la hora de los postres. Quia. Nos invitó a una cena
que consistía únicamente en un puro postre, un delicioso e hipercalórico pastel griego.
Sin saberlo frustró nuestros recientes planes de dieta, pero un día es un día
nos dijimos. El caso es que A.J, que es todo corazón, quería que trabáramos relación con M y N, una
agradable y cultivada pareja de israelíes de nuestra edad, sin hijos, con los
que pensó, acertadamente, haríamos migas. Tener amigos israelíes, judíos
practicantes, me parece la verdad, mucho más interesante que alternar con gente
de Albacete o de Zaragoza. El gregarismo de los españoles al salir al
extranjero es terrible y desolador. Así que hemos quedado con M y N en ir al sushi joint un día de estos.
¿Cómo? ¿Que vas a ir a MI sushi joint con otros? I feel confused, mesmerized, outraged, upset, ostracized, excluded, annoyed, outplaced...
ResponderEliminarNo te ofendas, hombre. Es que a este paso, si no interactuamos más con canadienses, vamos a acabar necesitando un grupo de conversación de inglés... Que tanto español e hispano suelto nos alegran y facilitan la vida, sí, pero desengañémonos, le restan "exotismo" a la experiencia de vivir fuera...
ResponderEliminar~M