Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

jueves, 24 de noviembre de 2011

¿Y esto dónde va?

PARA LLEVAR sólo dos semanas en el país M está sufriendo un vertiginoso proceso de aculturación. Ya no permite los zapatos en casa. 'Si los canadienses se los quitan nosotros también'. Yo aplaudo este deseo de integración de mi esposa, pero me resisto a que el antenista deba quedarse en calcetines nada más traspasar el umbral de la puerta ¡Y lo hacen como signo de respeto! Claro que puede ser una medida razonable en invierno, cuando los canadienses entran en casa arrastrando barro y nieve sucia de la calle. Pero si en verano persisten en este hábito anticivilizatorio y antioccidental pensaré seriamente en regalar babuscas a la entrada.

Más laborioso está siendo adaptarse a la normativa de reciclaje, que M quiere seguir à la lettre. Al más astuto salen canas en Canadá a la hora separar residuos. Se parte de un esquema sencillo para luego ir complicándolo hasta que no tiene sentido. Existen cuatro cubos básicos, con sus correspondientes contenedores de colores: al verde se tiran los restos orgánicos; al azull los recipientes de plástico; en el cubo negro se arrojan el papel y los cartones; por último, existe un cubo grisáceo donde está permitido arrojar objetos dudosos, como trozos de loza, juguetes rotos, pañales, y -atención- los yogures y las bolsas de plástico. Solo éste último cubo recibe el deshonroso nombre de basura (garbage); el resto ha sido elevado a la dignidad de material reciclable. Ahora bien, cada cubo tiene un matiz exótico: el papel de cocina y las servilletas acompañan a los residuos, al igual que las cajas de pizza; el cubo azul acoge recipientes de plástico, pero también, en extraño ayuntamiento, las botellas de cristal y los vidrios; a la garbage, van a morir las bolsas de plástico y los yogures, que hay que aclarar previamente. Más de una vez uno se siente tentado de arrojar el tetrabric y el yogurt al mismo sitio: error. Por lo demás, hay pormenorizadas reglas sobre rastrillaje; daré un ejemplo: se permite que las hojas secas y las ramas acompañen los restos de la cena, pero estas deben ser agavilladas en manojos de menos de un metro y veinte centímetros de largo (cuatro pies) y sesenta de diámetro (dos pies). Finalmente, cuando uno ha conseguido poner en orden sus desechos, debe comprobar el calendario de colecta. La jardinería se recoge a diario, pero el cubo negro y el cubo azul sólo en semanas alternas, y los meses de diciembre, enero y febrero cada tres semanas. O algo parecido. Según nos cuentan la basura está tan congelada que se niega a desprenderse de las paredes del contenedor, sin que los recolectores inviertan mayores esfuerzos en desatascarla. De todo esto nos hemos enterado gracias a lectura atenta de un manual considerable que incluye fotos y un calendario con iconos. Confieso que los primeros días han sido de gran impericia en lo relativo al reciclaje. Dedicamos un ratito cada día a leer el user's guide. Pronto no fallaremos ni una. Y si no, lo mandamos a la mierda.

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