Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Nunc est bibendum!

No es Ottawa una ciudad de muchas distracciones. Los grandes eventos, cuando los hay, son más una obligada consecuencia de su capitalidad que de una genuina demanda de su población. La abundancia de museos es un espejismo; todos tienen un cierto interés, pero no logra uno sacudirse la sensación de estar visitando ampliadas dependencias del gobierno. No hay teatro, no digamos ya una ópera o una buena orquesta sinfónica.  La vida nocturna apenas se compone de una docena de bares a la irlandesa. Emparedada entre dos arrogantes colosos como Toronto y Montreal, el atractivo de la  morigerada Ottawa reside en otros aspectos que sólo la edad madura está en condiciones de apreciar. La feliz e irresponsable juventud ha de apañarse con poca cosa, y de cuando en cuando, enloquecer a cuenta de casi nada. En este sentido, se parece la capital a uno de esos terrenos secos y cuarteados que, al caer una lluvia un poco más fuerte de los esperable, son incapaces de absorber el agua, dando lugar a increíbles riadas e inundaciones. Así sucede, por ejemplo, con el Ottawa Wine and Food Festival. A simple vista es una mera feria gastronómica, que se celebra todos los años por estas fechas. Para la mancebía de la capital, empero, es el momento de darlo todo. Algo digno de verse. La cola para entrar en el pabellón de convenciones es monstruosa. Afortunadamente M y yo contamos con pases vip, cortesía de Wines from Spain, que cuenta con una frondosa cabina, liderada por la gran Pilar R., canadiense de Jerez. Durante el día los profesionales hacen sus negocios. A partir de las siete irrumpe la juventud, como si estuviera en una discoteca de tres pisos. Es el momento de ver a las chicas sin abrigo, cortas, escotadas y con ganas de montárselo. Yo estoy gustosamente retirado del mercado de la carne, pero a tenor de las tres o cuatro chavalas que han iniciado de forma espontánea conversación conmigo, debo de mantener un cierto atractivo. Gonzalo da con la clave de la situación. 'Es como la feria de la máquina-herramienta de Bilbao pero con minifalda'. Mientras guardábamos turno en el puesto de la raclette, la seguridad se ha llevado a rastras a una pobre chica completamente borracha. M razona que los canadiense no tienen cultura de vino y por eso acuden en masa a esta feria: 'Les parece tan sofisticado, y luego no saben beber'. Sentencia: 'Este festival es como la noche del baile de graduación de todo Ottawa'. Y yo: 'Contigo amor, cada noche es noche de Prom'. Lo digo de corazón, pero a la vista del fiestón que se ha montado, me es inevitable sentir nostalgia por los buenos viejos tiempos de marcha por Madrid en confusa persecución del amor. Eso que simplemente llamábamos 'salir'. Que, si no recuerdo mal, no me gustaba.

¡Ea, ottawenses! ¡Claro que sí! Nunc est bibendum, nunc pede libero pulsando tellus!

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