Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

lunes, 10 de diciembre de 2012

Interludio en Washington (I)

Esta mañana, milagro: el avión sale a la hora y llegamos a Washington a media mañana. El primer cambio, observable en el mismo aeropuerto, es el diámetro medio de las barrigas, un diez por cierto más generoso. Soltamos las maletas en el hotel y, fieles a nuestra inveterada costumbre, subimos a un autobús turístico. El plato fuerte es la explanada que va del Capitolio hasta el Memorial de Lincoln, con el obelisco a Washington engastado como un cristal de berilo entre los dos. Junto con la Casa Blanca y el Memorial de Jefferson, forma un romboide más o menos perfecto. Es un conjunto bello,  armónico, limpio, vasto. Una impresionante proliferación de columnas y frontispicios. Se comprende al segundo que es imposible no querer jugar en este equipo, con su camiseta tallada en mármol, con su Palas Atenea y su Zeus en el templo. El resto, una ciudad completa, con callejero alfanumérico, con barrios incluso, restaurantes étnicos, intelligentsia de todas las naciones, lobbistas, meretrices, suburbios, teatros, museos, mendigos, clubs de caballeros y zonas de no frecuentar. Es decir, lo mínimo exigible a una ciudad interesante. Y aquí, con el añadido de las sirenas abriendo camino al Prínceps o sus pretorianos. M y yo nos miramos compungidos: Oh, porca, miserable Ottawa, merde de province!

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