Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

martes, 12 de febrero de 2013

Trenes

Por razones de trabajo me muevo en tren esta semana. De Ottawa a Toronto, de Toronto a Montreal y de Montreal otra vez a Ottawa. El tren es bastante lento. Soy feliz. En materia ferroviaria soy un gran reaccionario, y considero que ningún tren debería circular a más de ochenta kilómetro por hora. Me gusta sentarme sobre la madera de mi vagón de tercera y ver los arbolitos pasar. Éste en el que viajo no debe de ir mucho más rápido (diremos que para el trayecto de Toronto a Montreal, algo menos que un Madrid Barcelona, emplea seis horas). A mí me encantan esos días perdidos en un tren. A diferencia del avión, que empieza en el aparcamiento del aeropuerto y es un no-lugar desagradable y agotador, el tren es un no-tiempo que pone unos placenteros corchetes a la vida. Lo molesto, como decía Machado, es la llegada. En Canadá tiene mucho sentido. Canadá la hicieron un puñado de hombres audaces, el castor y el tren. Canadá también se hizo para el tren, para que lo hubiera. (La condición que puso Columbia Británica para entrar en la Confederación fue que los raíles llegaran hasta el Pacífico). Espera. Se me acerca el azafato para ofrecerme algún refrigerio. Le pido un café, pero luego desisto al ver que únicamente acepta efectivo y yo sólo llevo tarjeta de débito. Al cabo de un rato vuelve a pasar, me toca en el hombro: me trae un café con leche y un azucarillo y me dice, con cariño de madre: 'It hasn't has to be always about the money'. Ha sido un momento canadiana. ¡Prueba a que te inviten a un café los de US Airways! Miro por la ventana: no hay arbolitos, sino el trávelin de un cuadro de Malévich. Un par de horas después, entramos en Toronto, azul, prístina, atlética desde el primer horizonte, y veinticuatro horas más tarde, en sentido inverso, el tren penetra en Montreal, portuaria, cenicienta; parece el daguerrotipo de una vieja prostituta. Tengo decidido que viviría en Toronto, pero a condición de visitar Montreal cada dos semanas máximo. Creo que M piensa lo mismo. Viajando en tren, bien entendu

Entrando en Montreal

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