Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

domingo, 18 de marzo de 2012

Sobre la próxima extinción del copo de nieve

M sigue oliendo a ratón en casa y yo he visto un ganso sobrevolar el jardín. Al principio he pensado que era una oca, pero las ocas no vuelan. Venía de México, seguro. Señal de que el invierno ha terminado. Algunos piensan que para siempre. El semanario MacLeans ha hecho sonar la alarma; lleva a su portada un amohinado reportaje sobre el crepúsculo del invierno en Canadá: The year that winter died. En todas las provincias del segundo país más grande del mundo la temperatura ha sido inusualmente cálida, esto es, menos fría. Hay una serie de medidores: menos centímetros de nieve -en Ottawa, donde vivo, sólo han caído 98 cm, cuando solían caer entre 130-140-, menos días consecutivos bajo cero, menos catarros y gripes (porque la gente no se arracima tanto en casa, contagiándose). La perspectiva de que el invierno canadiense se humanice es vista con consternación y duelo. La identidad nacional está en peligro, advierte el artículo. Y es que también en Canadá funciona el mecanismo psicológico que Freud describió como identificación con el agresor. Los canadienses necesitan, en su fuero interno, un clima inhumano que justifique el concepto que tienen de ellos mismos: un pueblo valiente y tenaz, bravo y guerrero, que ha forjado una gran nación domesticando los furiosos elementos. Y tienen razón, lo han hecho: ésa es su gloria. Por eso se comprende su consternación. Así, si en otros países temen la desaparición de una lengua o de una religión, aquí la supervivencia de la patria se liga al mismo factor que la amenaza, aunque ya sólo sea simbólicamente. Este año ha habido que traer nieve artificial para algunos festivales. Patético y humillante en Canadá. Todo esto va en la cuenta del cambio climático, claro. Comparto la tristeza del redactor. M, en cambio, está encantada de la próxima extinción del copo de nieve y su universo asociado, en forma de abrigos y palas y pesados sacos de sal. Mientras, el resto, pronuncia la inverosímil plegaria: 'Señor, trae el verano, pero todavía no'.


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