Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

viernes, 16 de marzo de 2012

Una tarde en el museo

Aprovechando la visita de mi hermano Nacho hemos pasado una tarde en el museo. Ya se ha dicho que el gobierno federal, consciente del poco fuste de la capital, trata de embellecer y potenciar el atractivo de Ottawa a base de grandes museos. El más aparatoso es el Museo de la Civilización, una gran base lunar, cremosa y disneyficada, al otro lado del río. El edificio es bajito y ondulante, obra del arquitecto aborigen Cardinal; todo gasta mucha prosopopeya y está cargado, parece, de simbolismo. Nada termina de interesarme, dicho sea con todo candor. Me daba algo de pereza acercarme a esta atracción de la ciudad. Civilización es un palabra muy grande que me genera un gran empacho y un somero aburrimiento ¡Quia! Me lo he pasado de miedo. En atención a mi tobillo roto me han prestado un cochecito eléctrico ¡Oye, qué velocidad y agarre! ¡Qué dirección! Dicen que para ver bien este museo hacen falta tres o cuatro horas. Yo me lo he pulido en media en mi buggy cultural. M me seguía a la carrera, preocupada de que no me estrellase contra un tótem (que se me ha pasado por la cabeza), aunque luego, se ha subido en mi regazo. Título de la película: Dos en el carricoche. Las maniobras han resultado más difíciles en la tienda de regalos, de la que he sido el terror; me ha salvado la infinita paciencia de los canadienses, dispuestos siempre a morir de delicadeza. En España me habrían sacado a escobazos. No hay duda: el coche eléctrico es el futuro.

 

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