Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

viernes, 30 de diciembre de 2011

Le Chateau (I)

Montebello Le Chateau. La cabaña de madera más grande del mundo dicen, y no hay motivo para no creerlo. Ideal para reuniones del G-7 o novelas de Agatha Christie. Me arrellano en la famosa rotonda, construida toda ella de madera de cedro, a tomar chocolate mientras M nada en la piscina. En el centro, los botones atizan el hogar de la totémica chimenea de veinte metros de altura. El hotel fue construido en plena gran depresión como un club para ricos. Ahora es propiedad de un fondo de pensiones en Ontario. Para mi gusto la estética de leñador es excesiva, pero puedo entender que para un niño este hotel es un paraíso. Por otro lado, al llegar, los dos hemos pensado lo mismo: la estructura del recinto recuerda lúgubremente la de la cárcel modelo, el panóptico penintenciario de Bentham. Pero estoy bien, aquí, con mi chocolate. Sobre todo ahora que el pianista, que se cree Art Tatum, nos da tregua. Me preocupa no acabar de entender el francés de Quebec, tan duro al oído. Planeo las actividades de mañana; quizá probemos el esquí de fondo; ¿curling? puede ser; ¿tai Chi? ni de coña. M llega sonriente. De buen humor, como siempre que nada. 'Estaba sola. He hecho veinte piscinas' (en el castellano de Barcelona, quiere decir largos). Añade 'No entiendo nada de lo que me dicen. ¿Tú? Así no vamos a aprender francés'. Las familias a nuestro alrededor, todas de inequívoco aspecto anglo, conversan con calma. Busco adulterios potenciales, improbables en estas fechas. Algún huesped peculiar que poder hacer objeto de alguna ficción. Nada. Tatum vuelve a atacar las teclas: ahora suena el Claro de Luna de Debussy. '¿Cenamos?'

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