Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

miércoles, 22 de febrero de 2012

Pequeñas diferencias

En este mundo global que nos ha tocado ya sólo caben pequeñas diferencias. Las hay entrañables y las hay odiosas. Entre las primeras se me ocurren, no sé, los ingleses y su conducir por la izquierda o los tres besos en la mejilla de las francesas. Entre las pequeñas diferencias indeseables hay una que me irrita especialmente: que uno no pueda, en el extranjero, pedir un café con leche y que le entiendan. En materia de café los lenguajes son inconmensurables, intraducibles. En los países anglo, como Canadá, el colapso es fatal y absoluto. Como en ellos no hay tradición de café, han importado la tradición italiana, pero bastardeada, mistificada. En Canadá, además de los inevitables y siniestros Starbucks, hay dos establecimientos que son como sus fotocopias borrosas, el pasable Second Cup y el ubicuo y poco recomendable Tim Hortons, que es algo así como el Starbucks del pobre. En los tres ofrecen la misma panoplia torrefacta de cafés, en la que no figuran dos conceptos absolutamente imprescindibles en la vida del español que sigo siendo: el café con leche y el cortao. Según una teoría asentada entre expatriados, lo más parecido a un café con leche es un latte y lo equivalente a un cortao sería un expresso con una dosis (shot) de leche. Pero esto dista de ser cierto. El latte es más leche que café y todos sabemos que un expresso es más amargo que un cortado. Ayer a la tarde estaba en un Second Cup explicando esta tesitura a la camarera. Me aconsejó que probara con una cosa que llaman Brewed White, mitad café mitad leche en un taza tamaño cisterna. Nada. Un aguachirle impotable. Además, está el problema del idioma, enrevesadísimo, propio de estos locales. Esa lengua que Nacho llama, con mucha gracia, starburquese. El otro día me contaba cómo se desarrollan sus diálogos con los empleados del Starbucks (a los que no hay más remedio que ir: Ottawa no es Viena).
'Hola'.
'Hola'.
'Quiero un café con leche'.
'¿Un latte dice?'
'Deme un latte pero que sea un café con leche'.
'¿Qué tamaño?'
'Pequeño'.
'El más pequeño es el tall'
''Pues deme un tall pequeño'.
'¿Desea añadir algún sabor especial?'.
'Deseo añadir sabor café'.
Y en ese plan. Lo del tamaño tiene su intríngulis. He fatigado (copyright Borges) los Diccionarios Oxford, Webster y Thesaurus y la palabra tall no tiene ninguna acepción en el sentido de pequeño. Más bien, lo contrario, como todos sospechamos. Al asunto del tamaño yo añadiría el de la leche, servida a temperatura infernal, incendiaria. Si la pido tibia (warm) la echan fría, indefectiblemente. Si no digo nada, me quemo los labios y la palma de la mano. Y les encanta la espuma. Mucha espuma siempre. Vaya, que en Canadá uno no puede tomarse un café con leche ni encañonando a la amable chiquilla del Second Cup. Ayer pasó a mi lado y me preguntó '¿Es esto lo que quería?'
'No, pero no se preocupe'.  

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