Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

domingo, 5 de febrero de 2012

Winter Mind (III)

El invierno es el tiempo de la meditación, dejó escrito el poeta Meléndez Valdés, aunque yo se lo leí a Jovellanos en una noche insomne en su castillo de Bellver. Iguala con la vida el pensamiento, dice una famosa epístola. Palabras que otro poeta juntó y que van de molde a mi actual estado, en que entrego mi tiempo al estudio de exámenes de filosofía. Solo Dios sabe por qué me mantengo fiel a esta costumbre anual, que me aparta momentáneamente del caro diario. No se puede, no se puede hacer todo. El que dispersa sus fuerzas las derrocha. Tal será mi pecado, lo preveo. Ars longa vita brevis! Pero en fin, quería al menos consignar que el invierno prosigue en canadiana. Y está adquiriendo el semblante de una prueba, un cuerpo a cuerpo. Son dos meses ya de ropa pesada y frío en las piernas y noche pronta (aunque postergándose cada día un poco más, a ritmo de nube). Una marmota ha adelantado unas semanas la primavera y las tiendas de ropa han sacado las bermudas y las sandalias al escaparate. Al parecer las marmotas de Estados Unidos han mostrado sus dudas. Bromas aparte, todos sabemos que nos quedan varias vueltas al estadio, corriendo con bufanda. M y yo vivimos en una escena del pintor Veermer, en íntimos cuadros domésticos, aprendiendo a cocinar, colgando espejos, arrastrándonos a pilates los miércoles. Estáticos criados de nosotros mismos. Ella volará a Barcelona dentro en un par de semanas, tras mi cumpleaños. He insistido: Le hace falta un hemistiquio o acabará aborreciendo el poema. Sobre todo, después del incidente del ratón (o del ratolí), del que hablaremos otro día.  Por mi parte, aunque haya declarado aquí mismo mi amor al frío, y me jacte de ser un animal puramente doméstico, noto carencias, flojera, hurañía (moderada), afasia, ganas de no tener ganas, síntomas que debo imputar al clima. Hay que salir, nos dicen todos. Y tienen razón. Así que hoy nos hemos acercado a los parques de la ciudad, que celebran con algarabía el festival de invierno. Había esculturas de nieve (curioso reverso de los ninots falleros) y toboganes de hielo (y M y yo, hélas, sin pantalones de nieve. Y había niños, muchedumbres de niños. Ha sido como una tregua: allí donde hay niños nos parece que es verano.




1 comentario:

  1. Y la Policía Montada, ¿qué, cuándo va a hacer (a caballo, lógicamente) su aparición? Hombre, un poco más de color local que no sea blanco. ¡Anda que no destaca el rojo contra la nieve, lo que más!

    ResponderEliminar