Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

viernes, 8 de junio de 2012

Ardillas

Cada mañana, cada tarde, nos cruzamos con montones de ardillas. Corren dando pequeños saltos, de forma ondulada, taquigráfica. Un, dos, tres, una pausa, un titubeo, y otra vez en marcha. Tengo simpatía por estos roedores, quizá porque de niño eran los únicos animales que veía con cierta frecuencia, en los pinares de la sierra de Guadarrama, y quizá porque una ardilla puede hacer sin esfuerzo exactamente lo que un niño desearía: trepar por los árboles y volar como un trapecista de copa en copa. Y también, pienso, porque parecían estar solas. Ahora, no parece importar la repetición, siempre que veo una ardilla no puedo reprimir tirar de la manga a M y decir, tontamente: '¡Mira!' como si hubiera avistado un dodo o un unicornio. En invierno menudean las ardillas grandes y negras, de aspecto matonil. El buen tiempo las trae pardas, grises y marrones. El periodo de gestación ha debido de terminar hace poco, porque el barrio está lleno de crías que se dejan atropellar por los coches. No pasa un día sin que veamos un cadáver despeluchado en la calzada. Es una visión muy desagradable y no envidio al barrendero que tenga encargo de retirarlas. A veces -sólo a veces- se las ve emparejadas, felices, persiguiéndose como si jugaran a ninfas y dioses pervertidos. Otras veces las encuentro erguidas sobre un plinto, con el penacho bien frondoso, en postura de pensador o de oráculo. U hocicando en el jardín. Hace un minuto he visto, desde la terraza, a una avanzar con tremendas dudas sobre el alambre. La he seguido con la mirada, dando ánimos. Alcanzado el otro extremo del poste, se ha encaramado a la cúspide de un arce, y de ahí ha pegado un brinco de unos siete metros hasta otro árbol. Si su itinerario tenía algún sentido o estaba haciendo mera gimnasia es un misterio. 

La belleza de ese salto imposible me ha hecho pensar un momento en cómo todas las cosas bellas piden siempre una mirada furtiva.

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