Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

lunes, 15 de septiembre de 2014

Vacaciones marítimas (I)


En la oficina de turismo de Fredericton, Nuevo Brunswick, no esperaban ver a un turista, y menos a una familia de turistas. Sobrepuestos de la sorpresa han empezado a desvelar las mejores prendas de la ciudad. En realidad, si no fuera por la muy grata colección de arte que atesora el Beaverbrook Museum –entre los que figura Santiago el Grande, un Dalí colosal y curiosísimo de tres metros por cuatro,  ni el más cumplidor de los turistas podría evitar los bostezos al pasear por una villa de no más de 30.000 habitantes a orillas del río Saint John. No sé por qué estaba yo bajo la impresión de que las dimensiones, siendo pequeñas, serían más grandes, y el relieve cultural, algo mayor. Casi me he sentido culpable de arrastrar a la familia a este viaje por las provincias marítimas de Canadá, emprendido más por sentido del deber que por arrebato viajero. Nuevo Brunswick, Nueva Escocia y la Isla del Príncipe Eduardo son las tres provincias escoradas al este del país, tras la inmensa cuña de Quebec. Si éste se hubiera independizado habrían quedado tan apartadas del resto del país que alguien llegó a plantearse su anexión a los lindantes Estados de Nueva Inglaterra. Son también las provincias pobres, las have-not, las que no duermen bajo océanos tremendos de gas o petróleo. Leo que el 40% del presupuesto de esta provincia de 130.000 habitantes proviene de Ottawa. No esta, exenta, sin embargo, de interés para quien se interesa por los detalles y un viaje es necesario si uno aspira a un conocimiento cabal de Canadá. Nuevo Brunswick es, por lo pronto, la única provincia que consagra su bilingüismo en la Constitución Federal del país y la de más ejemplar políticas de lenguas. Toda la rotulación y la cartelería está  en inglés y francés. La presencia de este último se debe a que, como Quebec, formó parte en su tiempo de la Nueva Francia, que cayó del lado británico al albur de las guerras coloniales del siglo xviii. La Acadia lo llamaban, de la que hablaremos más adelante. Bajemos ahora por la scenic route que sigue la cuenca del río Saint John hasta la ciudad, un poco más populosa e industrial, del mismo nombre, en la que no pararemos, para seguir camino recto a Saint Andrews, justo en la frontera con Maine. Ahí pasaremos tres noches. Llegamos al caer la tarde y su estampa de pueblo vacacional y pintoresco no traiciona, a primera vista, nuestras expectativas. Nos encontramos con la deferente sorpresa de una subida de categoría en la habitación, cortesía del hotel.


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