Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

sábado, 20 de septiembre de 2014

Vacaciones marítimas (VI)


A una isla inhóspita y helada, habitada a ratos por los Mi'kmaq llegó con su estaca un inglés (que en realidad era italiano). Algo más tarde aparecieron unos portugueses, que desaparecieron para no volver. Es seguro que franceses hugonotes llegaron para quedarse y más tarde, más protestantes, esta vez presbiterianos escoceses. Fueron sus huellas las que dejaron el surco más hondo, y por eso la isla de Cabo Bretón forma parte de Nueva Escocia, segunda provincia marítima de nuestro viaje con capital en Halifax, a la que hemos llegado conduciendo por la costa una hora desde Lunemburg. Antes hemos hecho parada en Peggy's Cove, que es un pedregal con un faro chato, rojo y blanco, y muy famoso. La cosa más fotografiada de Canadá, dicen y hemos de creerlo a juzgar por la caravana de autobuses que nos precede. Nunca vimos sacar tanto rendimiento turístico a tan poco, la verdad. Como de costumbre, es M la que da con la imagen feliz que nos reconcilia con el paisaje: "Si le sacas los turistas, o dejas uno, es como un Hopper". En efecto, y visto así, tiene más interés. La vida mediada por el arte siempre tiene más interés. Seguimos ruta hasta que un cartel de una langosta enorme vestida con tartán y quiere la casualidad que estos días se esté dirimiendo la independencia de Escocia la Vieja. Hay 288.180 nuevoescoceses de origen viejoescocés, o un 31,9% de la población según el censo de 2006. Hay 300 habladores de gaélico. Pero, preguntando aquí y allí, detecto muy poco interés por lo que pueda pasar en Reino Unido. Mientras tanto, Halifax nos está gustando. Es una ciudad pequeña, pero ciudad al cabo. La notable Universidad de Dalhousie presta a la villa un aire juvenil muy de agradecer, que se nota sobre todo en el largo paseo marítimo, y los astilleros la proveen de cierta estabilidad económica. Dos cosas que saber de la ciudad con el segundo puerto más grande del mundo. Que en 1917 dos cargueros chocaron provocando la explosión no nuclear más devastadora de la historia registrada, llevándose por delante un barrio entero de la ciudad. Y que cinco años antes fue de esta ciudad de donde salieron los equipos de rescate hacia el Titanic hundiéndose. De ambos episodios se cuenta la historia y guardan vestigios en el Museo del Atlántico en la marina. Halifax fue, además, fundada por Edward Cornwallis, un personaje interesante, a no confundir con el también interesante y más conocido, Charles Cornwallis, su sobrino y comandante británico durante la guerra de independencia americana. Edward, después de derrotar en la batalla de Culloden la revuelta jacobita y arrasar el norte de las Tierras Altas, fue nombrado primer gobernador de Nueva Escocia con el encargo de fundar una ciudad que contrapesara la presencia francesa en Louisebourg, en Cabo Bretón. Lo hizo en Halifax den 1749, erigiendo una ciudadela que es hoy otro de los reclamos de la ciudad. Los pobladores aborígenes denunciaron la ocupación de sus tierras y ahí comenzó un guerra con la Confederación Wabanaki en la que Cornwallis se distinguió por métodos tan poco edificantes como establecer recompensas por cada caballera de indio que le traían. Desde entonces es un personaje controvertido. Luego anduvo por Gibraltar, pero esa ya no es la historia que queremos contar.

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