Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

jueves, 13 de septiembre de 2012

Parliament Hill

Mis compañeros de la UE me han invitado a presenciar desde la tribuna una de las sesiones parlamentarias. El Parlamento es el edificio señero de Ottawa, y en realidad, su razón de ser. Frente a una gran explanada, en un promontorio, se construyeron, a tiempo de ser inaugurados en 1867, los tres edificios que forman el conjunto. El central y más ancho tendrá unos seis pisos de altura, está hecho de sillares de piedra arenisca, y es simétrico respecto a una torre carillón de noventa y dos metros de altura, la llamada Tower Peace. Insertos en la fachada hay cuatro torreones, dos a cada lado de la torre, rematados en tejados de estilo Mansard de cobre revestidos por una pátina de verdín, es decir, del mismo color que la Estatua de la Libertad, por hacernos una idea. El estilo es neogótico, lo que se ve sobre todo en las ventanucos, los arcos apuntados de las puertas, y gárgolas y grotescos allí y allá. El neogótico nunca sale bien, aunque la fachada tiene dignidad y resulta, a la postre, sobria y capitalina. Por dentro es un horror, con profusión de bóvedas nervadas o nerviosas, que recuerdan al peor Gaudí, el de la catedral nueva de Astorga. En la parte posterior, visible sólo desde el río, se levanta la biblioteca, de planta circular y enrevesada bóveda apoyada en múltiples arbotantes y contrafuertes. No nos entusiasma a ninguno, pero da el pego, oyes. El caso es que hemos ido a la sesión de control al gobierno, que aquí se llama, Oral Question o Question Period. Como en otros países de la Commonwealth, el parlamento de Ottawa es un legislativo bicameral, tipo Westminster. En la cámara de los comunes, los diputados están mucho más cerca unos de otros, bancada contra bancada con los estenotipistas en el centro. Los debates son más cálidos que el parlamento graderío que predomina en la Europa continental. Las intervenciones se suceden a gran velocidad, según se sienta uno se levanta otro, suelta una soflama mirando al tendido y cede el paso a un tercero, que salta como un muelle al otro extremo del salón. Todo muy coreografiado, y estudiado para que los primeros espadas hablen cuando la televisión les enfoca. Hablan a toda pastilla, no sea que no les quepa el mensaje en la cuña del telediario. Algo que me ha llamado la atención es que el portavoz del gobierno, que iba encajando los golpes de la oposición, respondía de espaldas a sus interlocutores, dirigiéndose al presidente de la sala, el speaker. Quien más quien menos se esfuerza en alternar el inglés con el francés, lo que me parece muy bien. El orden del día era muy anodino y casi me duermo. Ciertamente la política parlamentaria moderna es, a fuer de irrelevante, muy aburrida. No dudo de que se trabaje mucho en los despachos, pero en los regímenes modernos el parlamento no deja de ser una extensión numérica del ejecutivo, y por tanto, de importancia lateral. Al final me he escapado vilmente.

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