Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

martes, 11 de septiembre de 2012

Pasando por Nueva York

Paso una noche en Nueva York, con ocasión de tradicional examen de filosofía de septiembre. Es la tercera o cuarta vez que estoy allí. Creo que voy descubriendo el secreto de su atractivo. Al principio uno mira siempre hacia el cielo, pero pronto se percata de que lo más interesante sucede al nivel de la calle. Las aceras, de una dimensión apropiada, aquellas que atraviesan la isla de este a oeste. Esa manera que tiene Nueva York de dejarte sólo de repente, entre la segunda y la tercera, de quedarse callada, de dejar que seas, por un momento, el único neoyorquino. 

Luego, sales, caminas y es un poco como fisgar en el desván de casa de tu abuela. Al lado de un gran carillón, aparece un abrecartas viejo, una foto amarilla, un armario de roble macizo, una estatuilla, una lámpara. Todo objetos maravillosos y llenos de interés. Así la ciudad, llena de sorpresas: junto al Empire, una salón de belleza vietnamita, un tugurio, un museo, un parque, un restaurante étnico, una tiendas de discos de segunda mano, un puticlub. Todo junto, abigarrado y ya viejuno, listo para deslumbrar la retina del niño de provincias que todos hemos sido al llegar a Manhattan.

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