Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

lunes, 21 de enero de 2013

Antillana (I)

Cada año más de un millón de canadienses realiza una breve migración a Cuba para cortar en seco el invierno. No hay capital de provincia canadiense que no tenga vuelo directo a Varadero o Cayo Coco. La isla es especialmente popular entre los francosajones de Quebec, que son atraídos por la llamativa ausencia de turista americano. Nosotros hemos venido porque, tras el mal trago de diciembre, el frío nos resulta especialmente depresivo, porque M no conoce la isla, y porque yo guardo un grato recuerdo de la única vez que estuve, hace diez años. Estuve pensando en las lecturas. Hablé con mi mentor: Pablo me dijo que Antes que anochezca, las memorias de Reinaldo Arenas. No era un libro que fuera a conseguir in situ, así que le pedí a un amigo que lo sacara de la biblioteca de la Universidad de Ottawa. Luego, en Chapters, tuve entre mis manos la edición de bolsillo de Cuba de Hugh Thomas. Era un tomo robusto. Lo sopesé como quien estudia un melón en el supermercado y lo volví a meter en la balda. Anotaré lo que vea, sin más apoyo bibliográfico que Arenas. Para evitar miradas iracundas le he puesto la camisa de otra novela. Quizá no hacía falta. Veremos. Esperando al avión, lo he abierto por la primera página. Dice:

'Yo esperaba morirme en el invierno de 1987'

*

Mira circunspecto mi pasaporte y me pide que vuelva a la cola. M hace un rato que espera al otro lado de la aduana. Pasan cinco minutos, el tiempo para él de comprobar no se sabe qué, y para mí de borrar algunos mensajes del teléfono, que, se me ha ocurrido, podían resultar levemente comprometedores. Finalmente me deja pasar. He tenido el tino de no preguntar cual era el problema. Como en cualquier dictadura, sus funcionarios el régimen les entrena para resultar adustos y antipáticos. En su pequeña esfera, ellos también dictan. En el autobús hacia el hotel, cargado de quebequenses poco distinguidos, un muchacho, educado y agradable, nos advierte de los usos y costumbres de la isla. Sobre el régimen de gratificaciones, informa: 'Los cubanos viven de las propinas'. Lo dice en un tono neutro, no le parece ni bien ni mal; es un hecho.

*

Viento perezoso y cálido; rumor de mar. La heroica isla duerme la siesta. 

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