Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

martes, 9 de octubre de 2012

Al lago (VI)



Sprawl es una palabra clave para entender la ciudad norteamericanocanadiense. En la literatura se traduce por dispersión urbana o crecimiento por derrame. El sprawl son, para entendernos, las miles de casitas, más o menos arracimadas en distópicos barrios residenciales, que se extienden como una mancha de aceite alrededor de un conjetural centro urbano o downtown. El sprawl es lo que borra cualquier posible parecido entre una ciudad americana y una ciudad europea, o lo que la mente de un europeo entiende por ciudad. Cabe señalar que también en Europa se dan urbanizaciones, cada vez más alejadas, de los viejos entramados históricos. Siendo esto cierto, la fisonomía de ambos tipos de ciudad siguen siendo muy distinta por dos razones: porque la densidad en la urbe europea es mucho mayor en su foco de dispersión, y porque en Europa, mucho más pronto que tarde, hasta el más glotón de los promotores inmobiliarios topa con un pueblo o ciudad vecina, que se erige en nuevo núcleo de la trama. En Estados Unidos y en Canadá, el sprawl es infinito, como una clara de huevo que no terminase nunca, desbordase la sartén, y creciese por las baldosas de la cocina. Parodiando a Borges, podríamos decir: El universo (que otros llaman el Sprawl) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de suburbs poligonales, con amplias superficies comerciales en el medio, cercados por autopistas, etc. Pues bien, el sprawl de Calgary es puramente bestial. Una monotonía de casitas de monopoly, desplegada en obediente cuadrícula. En una de esas casitas prefabricadas viven David y Sandra. Llegamos puntuales para la cena de acción de gracias a la que amablemente hemos sido invitados. Aquí conviene una digresión: Thanksgiving forma parte de una serie de temas que se viven con gran pasión en Estados Unidos y que encuentran una débil variación en Canadá. Pocos saben, por ejemplo, que en hay en esta país una liga de football (no confundir con fútbol europeo, aquí soccer), cuasi inerte la verdad, con reglas algo distintas de las del testosterónico y wagneriano american football. Así, también en Canadá se celebra thanksgiving, pero siguiendo esa costumbre de cambiar algún detalle para despistar a los yanquis, las familias se citan un lunes de octubre, y no un jueves de noviembre, para conmemorar, no una merienda con indios, sino una cosecha exitosa. Llegamos puntualmente, he dicho, en nuestro taxi, raudo corcel de los suburbios. Puntuales quiere decir a las cuatro y media, que es a la hora que nos han citado. A las cuatro y media para cenar, amigos españoles. Dave nos recibe sonriente y descalzo. Que te reciban con los pies es algo a lo que mi sensibilidad todavía ni termina de hacerse, pero todo se andará. El salón está todo pintada de granate, con muebles a juego. 'Acabamos de redecorar. Lo hacemos cada tanto. Ya hemos probado muchos estilos'. Sólo cuatro libros a la vista, en una repisa de la pared. Está la hija, gordita y simpática. También descalza. Bueno. Nos sentamos, bebemos el Ribera que hemos encontrado en una licorería, y, contra las expectativas de M, y las mías, la conversación fluye sin dificultad. Chelsea, la hija, ha encontrado su primer trabajo, en una compañía que se dedica a la construcción de oleoductos. Tiene veintidós años y busca un piso para mudarse con su novio. Su principal afición estos años ha sido tocar la trompeta en la banda que ameniza las fiestas de la ciudad, la celebérrima Stampede, que el mayor espectáculo de rodeo del mundo y de la galaxia probablemente. La víspera, le había pedido a Sandra que me recomendara un libro sobre Alberta, sin que a ella se le ocurriera ninguno. Hoy me dice: 'Al parecer hay uno muy bueno, su título es Mavericks. Explica nuestro carácter aventurero y emprendedor, que nos hace distintos en Canadá. Somos la provincia a la que el resto le encanta odiar, sabes'. Pasamos a la mesa. A petición de Chelsea, el plato principal es jamón dulce, no pavo. De acompañamiento hay un puré de patata y zanahoria, piña horneada y tarta de calabaza, todo al parecer según los uso del thanksgiving. Hablamos de todo un poco; introduzco la actualidad política, tema desacostumbrado en la familia. En general, reparte estopa para todos. A British Columbia por poner condiciones al paso de su oleoducto hasta el Pacífico; a Ottawa por codiciar una parte del pastel del petróleo; a Quebec por ser unos mantenidos llorones. 'Oh, la cantidad de dinero que hemos invertido en esa provincia' dice Dave, como quien habla de un hijo tonto. Volvemos al saloncito. Piden aclaraciones y noticias sobre España, que con mucho gusto damos. Cuando la cosa empieza a decaer, se ofrecen a llevarnos de vuelta al hotel. Nos regalan unas manoplas. Ha sido todo muy agradable, la verdad. Uno siempre está tentado de condescender hacia este tipo de familia de la Norteamérica profunda, tan ignorante de casi todo, nunca hay que olvidar que su simpatía y hospitalidad son rasgos que los redimen. Creo que estoy siendo condescendiente otra vez. Bueno: Es una existencia mediocre y feliz, repetida miles de veces, una por cada casita. Me caen bien aunque en casa no se pongan nunca zapatos.

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/a/af/Arbor_Lake-Aerial.JPG/320px-Arbor_Lake-Aerial.JPG 

El sprawl de Calgary / Borges

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