Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

miércoles, 10 de octubre de 2012

Al lago (y VIII)

La montaña amanece tocada toda de turbantes. El brasero, que ha estado encendido durante la noche,  ofrece una menesterosa lucecita que sirve de referencia espacial. La niebla no tarda en despejarse y el sol comienza a cubrir su textura metálica del lago de colores difusos; como un funambulista trazará una raya de sombra para marcar las horas, igual que en una clepsidra.

(Clepsidra significa reloj de agua; lo sé por un poema de Machado).

Fiel a su costumbre, mi cabeza busca formas, imágenes para comprender: El lago es un dios menor, la montaña su demiurgo. El lago es el negativo de una isla. El lago es la piscina probática. El lago es el pulcro limo del tiempo. Es una abstracción habitable, un dolor que se calma, un sueño que cabe en el cuenco de una mano, una travesía segura, una belleza con límite, una urna de agua donde guardar la memoria, una habitación interior para dormir el deseo...

M se me acerca, mira lo que escribo. Rodea con el brazo mi cuello, me da un beso. El lago es una dama que te cuida. 'Gracias por traerme aquí'. 

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