Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

martes, 30 de octubre de 2012

Sandy

La tormenta fuese y no hubo nada. Un chasco. Confieso que tenía el morboso deseo de que Sandy peinara Ottawa dejando unos buenos vientos huracanados. Mascaba esos versos fantásticos de Espronceda que un amigo gustaba tanto de recitar y que empiezan:

Me gusta ver los cielos
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar

Pero ya digo, nada. Sandy ha pasado de Canadá como un Atila que, sin razón aparente, dispensara de su furia a una inofensiva aldea romana a orillas del Danubio. Y eso que la rama local de Cruz Roja había movilizado, con tremendos avisos, a M, que tenía todo a punto para incorporarse a un retén de voluntarios. Menudo bluf. Una grata ventolera, el sensual estremecimiento de algunos árboles, las hojas bailando su último tango sobre las aceras, y un rumor sordo contra el cielo gris ala de paloma. Mañana vendrán las lluvias; ojalá hayan cesado por la tarde y los niños puedan salir a recoger sus caramelos de puerta en puerta, que es Halloween.

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