Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

jueves, 16 de agosto de 2012

Elecciones en Quebec

Habrá elecciones en Quebec en septiembre. El cuatro, creo. Supongo que debería consignar algo sobre esto en el diario. En las encuestas van casi a la par el Partido Liberal de Jean Charest, en el gobierno desde hace nueve años, y el Partido Quebequois (PQ) que es la oposición liderada por Pauline Marois. Son las facciones federalista y soberanista respectivamente, que quiere decir, según el dialecto político local, no nacionalista y nacionalista. Hay un tercer partido —en realidad una plataforma— en liza: la Coalition pour l'Avenir de Quebec (CAQ) creada por un François Legault. Los caquistes, que así los llaman, caminan con un pie en cada acera: son en principio nacionalistas, pero optan por una moratoria de diez años antes de volver a plantear un referéndum de independencia o cuestiones del tipo. Con esto calculan poder atraerse el voto de electores aburridos de la cuestión nacional y deseosos de tener la fiesta en paz y priorizar otros asuntos, por ejemplo, la corrupción, desatada, en la provincia. El PQ no apuesta con claridad por la independencia, ni dice que vaya a convocar un tercer referéndum —tras los de 1980 y 1995— pero Charest no se cansa de repetir que sí, que si gana el PQ habrá referéndum y otra vez terminará todo como el rosario de la aurora. El PQ ha lanzado un vídeo de campaña bastante repulsivo donde se aprecia un ideario sigilosamente racista. Yo lo sigo todo con cierto interés, aunque, siendo los paralelismo con España muchos, no puedo evitar proyectar aquí mis opiniones de allí. Todo me es dejà vu, dejà entendu; sopa recalentada. En mi opinión uno de los motivos de descrédito del nacionalismo es que en todas partes acaba diciendo lo mismo, si bien, en honor a la verdad, Quebec ostenta el copyright de muchas nociones —nación sin estado, soberanismo, inmersión, multas lingüísticas, etc.— que luego acaban reverberando en nuestra querida península. En particular, el genius loci de la Belle Provence acuñó el sofisticado sistema de circunloquios y eufemismos para hablar de independencia y secesión. Decir soberanista en lugar de independentista, por ejemplo. Permite ganar electores que no saben muy bien lo que están votando (o prefieren no darse por enterados). Es el truco del ahora-lo-ves, ahora-no-lo-ves, que luego han copiado nacionalistas vascos y catalanes. La verdad es que si yo fuera nacionalista, estas maniobras en escorzo para conseguir la independencia por la puerta de atrás y sin que se note mucho, me darían vergüenza. Un poco de arrojo, caramba. Ya Trudeau les puso en su sitio cuando el primer referéndum de 1980: 'You've got to admit that for courage of conviction, for nobility of ideal, for spirit of decision, we've seen better'.

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