Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

viernes, 25 de mayo de 2012

Intimidad


En la entrada de ayer anterior mencionaba a algunos de nuestros conocidos. Fui cauto. A veces tengo la tentación de elaborar un completo dramatis personae de nuestra vida en Ottawa. Mis reservas se deben, naturalmente, a la certeza de que, escribiendo en libertad, rompiendo la férula de la cortesía y el miedo a ofender, me podría meter en un lío. Además no me gusta ridiculizar a nadie en público. La alternativa, claro, es privatizar este diario. Pero eso tampoco me gustaría. En primer lugar, privaría a mis amigos del seguimiento de nuestras aventuras. En segundo y más importante lugar estas notas, a qué engañarme, están escritas con vocación de estilo, y coño, si uno se esfuerza, con más o menos acierto, en que la frase quede bien, pues es para que lo lean. Pero tampoco es la vanidad. Alguna vez he iniciado un diario íntimo. Me aburre. El soliloquio interior me aburre muchísimo. Hablar solo, para qué. En realidad, pensándolo bien, no se trata de que otros me lean, sino de mantener una conversación, aunque sea abierta, con el mundo. Todo esto para disculparme por el probable poco interés de estás notas. Escribir bien es, hasta cierto punto, escribir lo que te da la gana, sin temor a ofender. Esa es una barrera psicológica que no conseguido franquear, y eso que se me ocurren todo tipo de perversidades, que me veo obligado a sublimar en observaciones más o menos anodinas sobre el tenue cromatismo de la nieve cuando invierno, y mi lucha sin cuartel contra los dientes de león cuando primavera, reflexiones (tengo, por cierto, una preparada sobre el mundo de las ardillas) que, no se me escapa, no me vuelan muy alto porque estoy bastante lejos de ser Proust. También puedo escribir únicamente de la gente que me merece admiración, nunca fui cicatero en el elogio. Pero el cuadro, sin los imbéciles, que más de una vez son la sal y el color de la vida, quedaría manco. A todo esto hay que sumar la censura de M, que es doctora prudentissimus y que obliga a veces a someter el texto "a pena de tijera" (Ferlosio). Bueno, esta reflexión sobre la dialéctica íntimo-público en la escritura da para más, pero lo dejo aquí, que luego dice Rama que no trabajo.   


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