Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

domingo, 6 de mayo de 2012

Un buen día

Las malas hierbas crecieron y se multiplicaron. El diplomático español pasó toda la mañana extirpándolas, con la paciencia metódica de un inquisidor. Como éste, dispone de refinados instrumentos de tortura que su mujer le va sacando del cobertizo, y no le importa llevarse unas cuantas hierbas inocentes por delante. Su mujer se ha puesto delantal, gorro de paja y guantes de jardinera. Limpia el cuarto donde los dueños de su casa alquilada han dejado las herramientas de jardinería, sin mucha consideración, hecho una pocilga. Es un trabajo ímprobo, pero se la ve feliz. Van apareciendo trastos que uno oscila entre pensar que están rotos y que no sabe usarlos. Más probable lo segundo. Al diplomático le viene a la cabeza una frase de Cicerón: "Si cerca de tu biblioteca hay un jardín lo tienes todo". Como tiene ambas cosas, no tiene excusa para no serlo (feliz). Además tiene una mujer a la que adora y conexión a Internet. La pera, vaya. Así que la felicidad debiera dar paso al éxtasis. Como no tiene práctica, su satisfacción es moderada. Un poquito de angustia le sube por dentro. No sabe a qué atribuirla. El trabajo manual es agradable para quien no lo practica asiduamente. Las cosas tienen sentido, el mundo es táctil ¿La primavera? Algunos inconvenientes, como las moscas dando por saco por la casa.  Después, comen sardinas a la brasa y pan con tomate. Salen a probar sus bicis nuevas. Se echa una siesta. Ve a su mujer de nuevo, trabajando en el jardín, rociando con semillas las partes donde la sal que se echó para fundir la nieve esterilizó la tierra. Da gracias por estar a su lado.

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