Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

jueves, 10 de mayo de 2012

Para casar he venido

Hoy un acontecimiento importante: revestido de los poderes numinosos del Estado he casado a una pareja. Sobre la sobria lectura de los artículos del código civil, la ley manda pronunciar unas palabras adecuadas a la solemnidad de la ocasión. Así que he disertado, tratando de hacerlo con ligereza y gracia, pero sin parecer frívolo, de las ventajas que trae el matrimonio. Suele poner final, he dicho, a un periodo de ofuscación, incertidumbre, afanes atropellados y pesares inútiles... en fin, eso que se llama juventud. Permite centrarse en el resto de graves asuntos que conforman el oficio de vivir. En el caso del macho (aquí me dirigía al novio), es increíble la cantidad de espacio que libera en el cerebro. Uno deja de pensar en todas las mujeres para dedicarse en exclusiva a una. De modo que, contra lo que se pueda pensar, el matrimonio es una liberación. Con ese excedente cerebral se pueden hacer cosas magníficas y en eso estamos. También he leído un poema de los novios. Parece que la cosa ha caído bien, y la pareja me ha agradecido todo efusivamente. Luego, pensándolo, me he percatado de no haber pronunciado la palabra amor. Bien. Para un contrato lo mejor es no despertar palabras misteriosas. Me parece meditable la dialéctica entre matrimonio civil y religioso. La gente suele rehuir este último por una cierta lejanía de la Iglesia, pero lo cierto es que en la más sobria ceremonia laica el sentimiento religioso se entrevera de todas formas. El matrimonio civil es un apretón de manos y todos sabemos cuán indigentes pueden ser éstos. De ahí que lo envolvamos todo con más palabras de las necesarias, con conjuros.  Particularmente, me gusta pensar en el matrimonio como un vínculo sagrado, porque algo sagrado tiene que haber en nuestras vida. Sagrado no significa necesariamente celestial. De todas maneras, no ignoro la grandeza de quien decide caminar por la vida sin muletas divinas.

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