Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

martes, 17 de enero de 2012

Go Northwest (II)

Comemos unas almejas, pacíficas, magníficas, frente a la playa de Vancouver, y nos vamos al Museo de Antropología, un edificio interesante, rotundo, logrado, que contiene una colorida colección de arte indígena. Merece mucho la pena acercarse, sobre todo a quien esté interesado en el mundo del tótem. En el vestíbulo acristalado se erigen estos altos postes de madera de cedro tallada, en los que tres, cuatro, hasta seis o siete seres acuclillados y cabezudos, de cejas gigantes y ojos desorbitados, se amontonan como en un castell hasta la cúspide, donde mora un cuervo mitológico y vigía. Se supone que cada uno explica una leyenda o la historia de un linaje (como capiteles historiados o frisos verticales). Bien, tienen su cosa, pero pronto uno tiene la sensación de que visto uno, visto el resto. El recorrido prosigue adentrándose en una gran sala con más de 40.000 artefactos de todas las culturas del mundo: cerámica, cestos, abalorios, cofrecitos, objetos rutinarios y domésticos, también decorativos. Entonces estoy a punto de echar el gran bostezo eurocéntrico cuando vislumbro al final de la galería principal, bajo un lucernario y sobre un lecho de arena, la talla enorme de un cuervo, posado sobre una almeja, que con sus garras abre, en el caparazón del molusco, la rendija por donde saldrán, arengados por el pajarraco, los incipientes seres humanos. Conforme a la cosmogonía más reiterada de las tribus nativas de la Columbia Británica, así fue creada nuestra especia, por un cuervo demiurgo y prometeico. Raven and the first men es obra de Bill Reid, muerto a finales del siglo pasado. Nos interesa descubrir que se trata de la primera muestra de arte aborigen, en la que la ancestral lex artis del ebanista haida se emplea para hacer algo distinto de un tótem. Si éste se construye para ser levantado y mordisqueado por el tiempo, aquí tenemos algo para ser visto, y si el artista acierta, con placer. Hay algo que me ha gustado aún más, y es la cita de una idea del autor en el panel explicativo: 'Mi obra se nutre de un relato universal, el de la creación; más allá, creo que el disfrute deriva de algo que todos podemos compartir: la admiración hacia la cosa bien hecha'. Bien dicho. Es muy fácil (al menos a mí no me cuesta nada) desdeñar el arte no europeo, como mera artesanía bien ejecutada, y es muy revelador que estos totem estén en un museo dedicado a la etnología y no en una galería de bellas artes. Pero basta pensar en las insoportables naderías que adornan las salas de arte contemporáneo en Occidente para despertar de ese sueño chovinista. Si este cuervo estuviera en la Tate modern, en el panel leeríamos chorradas como que el autor está interesado en la posibilidad de abrirse a una multiciplicidad de significados, donde se sentido se revela en el cruce de miradas bla, bla, bla. Pero en este museo recuerdo que es la cosa -y no la idea o el concepto- bien hecha lo que seguirá siendo por los siglos de los siglos el rasgo distintivo de todo arte. Hace tiempo que en Europa y aledaños hemos dejado de pagar para ver eso: cosas bien hechas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario