Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

lunes, 2 de enero de 2012

La bostoniana

A veces, con la crecida de la edad, nos sentimos necesitados de las personas que fueron importantes en la primera juventud. Por eso, fue una gran alegría para M saber que en Ottawa encontraría a Agustí, un viejo amigo de la facultad, muy querido. Volver a tener veinte años, pero sin los padecimientos inevitables de esa edad tan discutiblemente dichosa, produce una gran satisfacción, sin duda. Pasan grandes ratos dejándose ir por las calles de la memoria. Además, Agustí, ya un alto funcionario del gobierno canadiense, se está convirtiendo en inapreciable fuente de consejos, sea sobre el grosor necesario de la suela de la bota o la relación calidad-precio deseable en un vehículo nuevo (Agustí tiene un fino sentido mercantil, del que M y estamos necesitados: nuestra non-chalance nos sale ruinosa). Esta mañana nos ha llevado a Rideau Antique River, un anticuario de Ottawa, que tras un aspecto de almacén atrotinado, esconde un fondo interesantísimo de muebles traídos de aquí y de allá. Ed, el amable y joven dueño que nos presenta Agustí se toma en serio el oficio. Nuestra mirada se posa rápidamente en un precioso escritorio de roble, de gran sobre, majestuoso sin volumen, de patas finas y acanaladas, cuatro pequeños cajones y amplio espacio para las piernas. Antes de preguntar por el precio ya sé que esa mesa me acompañará toda la vida. Y como la cantidad por la bostoniana -pues la pieza viene de Boston- es sensiblemente inferior a lo que nos temíamos, nos animamos a incluir en el paquete una simpática mesa de diseño escandinavo para M, una amplia cómoda de aspecto rústico y una mesa redonda de café. Ed hace unos cálculos a mano y da una cifra, que inmediatamente acepto. Me mira circunspecto: empieza a sospechar que ha vendido barato. Claro es que yo también podía haber logrado un descuento mayor. Lo mismo da. Lo cierto es que gracias a Agustí yo paso ahora con delectación mis pecadoras manos sobre la sutiles rugosidades de la bostoniana, una mesa cabal, perfecta. Desde mi primer pupitre que no estaba tan contento. Habrá que ver ahora si el escribano está a la altura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario