Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

jueves, 19 de enero de 2012

Go Northwest (IV)

Tras viajar en ferri un par de horas -M, por cierto, ha visto un banco de delfines, y yo el pico de la aleta de uno de ellos- y cuatro más por carretera en nuestro Ford Focus alquilado -con parada para ver unos provectos y góticos abetos- llegamos, exhaustos, hambrientos, borrachos de cansancio, a descubrir, como Nuñez de Balboa el primero, el Océano Pacífico, justo a tiempo de perdernos la puesta del sol, que, según varios testimonios, estaba allí un cuarto de hora antes. La verdad, aunque es una tontería, y no soy un experto, lo voy a escribir: visto desde el balcón, este océano parece más grande que el único otro que yo conozco (más azul no puedo decirlo, con esta luz). Estamos en Tofino, meca de surfistas, un pueblecito de 1.500 habitantes en la costa oeste de la isla de Vancouver, y situado en un extremo de una hermosa y larga playa, ribeteada de abetos, justamente llamada Long Beach. Nada más llegar he pedido descuento por ascendencia: en 1790 nuestros amigos Galiano y Valdés, a bordo de Sutil y Mexicana, dieron el nombre de Tofiño a la ensenada que ahora mismo contemplamos, en homenaje a su maestro, profesor de cartografía, Almirante Vicente Tofiño, gaditano. Y sí, en recepción conocían la historia, y ya eso me ha parecido recompensa. El hotel es muy acogedor, muy bien puesto, como dice mi mujer. Solo lamentamos no poder pasar más de una noche. Dos en la carretera. Mañana tenemos cinco horas -como era una isla, pensé que sería pequeña, pero tiene el tamaño de Portugal- hasta Victoria, la capital de British Columbia. Esta noche dormiremos con la cortina descorrida, mirando a China (la Catay que nunca descubrió Colón), y con un poco de suerte, y a falta de ballenas (están todas en México, las muy cabronas) una hermosa, eléctrica y distante tormenta en el mar.

1 comentario:

  1. En Victoria, os aconsejo vivamente el té del Empress Hotel.

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