Adorerai-je aussi ta neige et vos frimas,
Et saurai-je tirer de l'implacable hiver
Des plaisirs plus aigus que la glace et le fer?

Ciel brouillé, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire

domingo, 8 de enero de 2012

Gris de Montreal (II)

Anoche cenamos de miedo en L'Express, un bistrot francés a carta cabal, lleno de veladores, bajo el agradable y contagioso vocerío que solo se da en los mesones de buen comer. Voces, por cierto, que hablaban en una lengua alegre que M y yo podíamos entender, y que se pueden oír aquí. Hace tiempo que la rutina se ha apoderado de la cocina francesa, que repite con obstinación siglo tras siglo la misma salad vert y su vinagreta a la mostaza, su triste sopa de cebolla, su foie adocenado y aburrido. Hay un paralizante miedo a la innovación en los chefs franceses que ha permitido que los cocineros españoles les hayan pasado por encima. L'Express lleva sin cambiar una coma de la carta más de veinte años, un menú de una sola cara escrito a menú. Uno sale entendiendo por qué... Qué bien dan de comer los franceses cuando se ponen. Por una noche el tedio despareció y volvió la maravillosa alegría de vivir. M quería llorar con su terrina de lentejas, y yo no quise que se acabara el tartar admirable. De los Borgoñas, esos vinos tan superiores a los españoles, no hace falta hablar. ¡Y esa isla flotante de postre! Cuando salimos la gente todavía se amontonaba para entrar; calculo que no sirven menos de cinco turnos. Esta mañana lo seguíamos comentando al desayuno, pensando en planificar todas las visitas futuras en función de nuestro ya restaurante preferido del hemisferio. Una pareja sentada a nuestro lado, proveniente de la Gaspesie (una región de Quebec que cae por Groenlandia) nos ha sugerido caminar por el Plateau, donde prolifera la bohemia. Perfecto: Allí están las librerías. De ellas salgo de ellas con una brazada de libros sobre Canadá y Quebec; dentro de poco seré invencible en las tertulias. Lo que no encuentro son buenas ediciones de Leonard Cohen, el grande. Un amable dependiente me da una explicación verosímil: 'Muchos de sus escritos no se reeditan, y la gente, que le es fiel, no se desprende de sus libros y de sus discos; el mercado de segunda mano es prácticamente inexistente'. Al final, gracias a las pesquisas de M, doy con una primera edición de 'Death of a ladies man' y aunque no logro más que un raquítico descuento del librero y de su gato, lo doy por bien comprado. Luego, buscamos plantas de interior para casa -no hemos sido capaces de encontrar en Ottawa- y nos encaminamos a Mont-Royal para un última vista general de la ciudad, seguros de volver pronto.

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